De joven trabajé como minero, vaquero, conserje y mucho más, pero aun así pasaba la mayor parte del tiempo deambulando, porque no me gustaban esos oficios.
Lo único que sabía hacer bien era pelear. Así que peleé donde pude. En gimnasios escolares, junto a cantinas, en sótanos de tiendas, en cualquier lugar donde me pagaran.
Una vez caminé 30 millas por el desierto hasta Goldfield, Nevada, para pelear por 20 dólares. En aquel entonces, para mí era una fortuna.
Por entonces estaba tan sin un centavo y desesperado que habría aceptado un mazazo en la mandíbula si me prometían 10 dólares por ello.
Me golpearon mucho, pero rendirme no era lo mío y aguanté hasta el final.
Muy a menudo no me daban ninguna posibilidad de ganar, pero siempre creí en mí y sabía que, mientras respires, siempre hay una oportunidad.
Jack Dempsey, campeón legendario de principios del siglo XX.